Intervencion del Partido Popular Socialista – México

  LA ESTRATEGIA DEL IMPERIALISMO, LA CUESTIÓN ENERGÉTICA Y LA EXPERIENCIA DE LA LUCHA DE LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA HACIA SU LIBERACIÓN Y HACIA LA CONSTRUCCIÓN DEL SOCIALISMO. EL CASO DE MÉXICO.

1. La estrategia del imperialismo frente a América Latina.
En su intento por fortalecer su posición en la arena mundial, nutrir su economía en crisis, asegurar su abasto de energéticos y fortalecer su política belicista, el capital financiero y corporativo estadounidense hace todo lo que puede para fortalecer su dominio económico y político sobre América Latina y el Caribe.

Históricamente el imperialismo yanqui ha considerado a esta región como su zona de dominio, pero fue hacia fines de la década de los 70’s cuando lanzó una nueva ofensiva para acrecentar su hegemonía, al calor de la puesta en marcha en el mundo de la llamada globalización neoliberal. De entonces acá, el imperialismo yanqui fortaleció sus actos para apropiarse de los principales medios de producción y cambio de nuestros países, y para apropiarse y sobreexplotar nuestros recursos naturales: los energéticos, desde luego, que se mantienen en la primera línea de su ambición, pero además el agua, el oxígeno y la biodiversidad, entre otros. También para sobreexplotar nuestra fuerza de trabajo; subordinar las economías nuestras a la de ellos y, en lo político, despojar a nuestros pueblos de su soberanía y del ejercicio de la autodeterminación. En síntesis, para convertir a los países de América Latina en neocolonias bajo su dominio.

En el caso de México, la ofensiva del imperialismo empezó a darle frutos a partir de 1982. Desde entonces, nos ha traído un serio retroceso en las conquistas que la clase obrera y otras capas populares habían logrado tras luchas históricas: pérdida en su nivel de vida, desempleo y cancelación de derechos sociales. A la nación, le ha causado creciente dependencia económica y política. A la sociedad, le impuso una “democracia” ficticia, que respeta ciertas formalidades de competencia entre los partidos de la burguesía, sólo para generar en el pueblo la vana ilusión de que las cosas pueden cambiar por ese medio y así evitar que tome conciencia y luche. Así encubre el carácter real del régimen, que es el de una dictadura de clase que, en el caso de nuestro país, es una férrea dictadura no de una burguesía interna sino, sobre todo, del capital financiero y corporativo internacional y los elementos que le sirven, que en todo caso juegan un papel secundario.

2. La experiencia de nuestros pueblos en la lucha hacia su segunda y definitiva independencia.
Como se ve, la contradicción principal, en nuestra región y desde luego en México, es la contradicción entre el imperialismo yanqui y los pueblos y las naciones de América Latina y el Caribe, en su conjunto. Históricamente ha sido así y así es hoy, con más fuerza que nunca. Por eso, la lucha revolucionaria por nuestra segunda y definitiva independencia está hoy a la orden del día.

La lucha por nuestra segunda y definitiva independencia es una lucha de liberación nacional y a la vez de liberación regional. Por una parte, la lucha de la clase obrera y sus aliados potenciales contra el imperialismo se da en el plano interno, dentro de cada nación y, por otra y de modo simultáneo, se da la lucha regional colectiva contra el propio imperialismo, hacia la construcción de la unidad latinoamericana y caribeña como una sola gran nación en un futuro no distante. En este sentido avanzan proyectos como la Alternativa Bolivariana de las Américas, ALBA.

En ambos frentes, el nacional y el regional, los partidos comunistas y obreros tenemos que acumular nuestra propia fuerza y, simultáneamente, contribuir a acumular la fuerza del conjunto de quienes se oponen al imperialismo. Tenemos que ser el motor que impulse la lucha común, alentar y nutrir la lucha por la segunda y definitiva independencia de América Latina y el Caribe. En esta lucha, toda la amplia diversidad de segmentos de la sociedad que son agraviados por el imperialismo, son aliados naturales de la clase obrera. Nos toca impulsar su unidad en la acción, su articulación y su elevación de conciencia. Estando maduras las condiciones objetivas para la revolución por nuestra segunda y definitiva independencia, nos toca contribuir al desarrollo de las subjetivas.

Ahora bien, en el aspecto de nuestra lucha regional, la clase obrera y sus aliados en América Latina y el Caribe estamos hoy en una fase de ascenso. En Venezuela los avances del proceso revolucionario son notables. El carácter antimperialista de la Revolución Bolivariana se ha acentuado y ya inicia el proceso hacia su definición socialista, que sin duda toma en cuenta la experiencia de que ninguna revolución de liberación nacional ha logrado sus objetivos emancipadores del imperialismo de manera plena, si no se ha radicalizado en el proceso y si no se ha fijado como objetivo superior la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados, una sociedad socialista. Las revoluciones de liberación nacional que no lo han hecho así, han sucumbido y han dado paso a una fase regresiva, de nueva cuenta hacia la dependencia neocolonial.

Por lo que hace a la Revolución Bolivariana de Venezuela, su participación en la solidaridad con la Revolución Cubana ha sido muy valiosa, sobre todo en esta etapa en la que el imperialismo yanqui ha endurecido el bloqueo contra la Patria de Martí, Fidel y el Che; también lo ha sido su contribución a crear las condiciones para el ascenso de la revolución liberadora en toda la región latinoamericana y caribeña.
El proceso revolucionario en Bolivia dio un paso trascendente con la llegada de Evo Morales a la Presidencia. Bolivia ahora integra, junto con Venezuela, un dúo de países firmemente opuestos al imperialismo y sus designios en el continente. Los convenios de intercambio que se dan entre estos dos países y Cuba, salen del ámbito del mercantilismo y la expoliación y retoman los principios de la solidaridad entre los pueblos y de la equidad.

Además de los señalados, hay otros gobiernos latinoamericanos, que si bien no se comprometen del todo con la lucha por la liberación de sus pueblos con respecto del imperialismo, tampoco actúan como peones de éste, e incluso juegan un papel positivo en la arena internacional, por ejemplo, al contribuir a romper el bloqueo yanqui contra Cuba: son sobre todo los casos de Brasil y Argentina.
En este marco, se observa un proceso asimismo ascendente en lo interno en varios países de la región.
3. En el ámbito interno, en el caso de México, también estamos en una fase de ascenso.

En México hoy, luego de casi un cuarto de siglo de depredación, proliferan los estallidos de inconformidad popular: en Atenco, en Oaxaca, en Michoacán, en Chiapas…; se movilizan los electricistas, los mineros, los maestros, los campesinos. Múltiples movimientos surgen y marchan, algunos de manera convergente, otros, por separado; todos, sin embargo, con el mismo trasfondo. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional abandonó sus planteamientos anteriores políticos e ideológicos y se sumó a la lucha de la movilización popular frentista, aunque no a los frentes ya existentes; a fines del año pasado llamó a una movilización que denominó la “Otra campaña”, se declaró anticapitalista y rompió con el aislacionismo que se había impuesto con respecto de los partidos comunistas y obreros: hoy existe una cordial relación bilateral entre el EZLN y nuestro partido –y con otros partidos fraternos- aunque todavía se rehúsa a establecer vínculos con otros frentes de masas que también son antiimperialistas y que ya han logrado grandes victorias.  

Ahora bien, lo importante es que en México hemos entrado en una fase de franco ascenso de la lucha de resistencia al imperialismo, luego de que han transcurrido casi veinticinco años de que se puso en marcha la globalización neoliberal, etapa de franca reconversión de nuestro país en neocolonia por el capital financiero y corporativo internacional. En los primeros años hubo muchas luchas de resistencia, sobre todo de obreros cuyas empresas fueron privatizadas y acabó desapareciendo su fuente de trabajo, pero todas o casi todas fueron derrotadas. El primer gran movimiento victorioso surgió a inicios de 1999, con el nombre de Frente Nacional de Resistencia contra la Privatización de la Industria Eléctrica, que logró impedir que el gobierno de Ernesto Zedillo modificara la Constitución de la República, que establece que esta industria y la del petróleo son de la exclusiva competencia del Estado; Zedillo quería la exclusividad y entregar esta industria energética al capital transnacional.

Al calor de este frente, en que la clase obrera desempeña la función central, han surgido otras grandes expresiones del frente de masas contra el imperialismo. Hoy en día, su forma más amplia y consistente lo es el llamado Diálogo Nacional por un Nuevo Proyecto de Nación, que agrupa a más de trescientas organizaciones de obreros, campesinos, estudiantes, de mujeres, de intelectuales, etc.; que levanta un avanzado programa antimperialista y de liberación nacional construido por consenso y que ha logrado movilizar de manera combativa a centenares de miles de compatriotas tanto en la capital y en diversos lugares del país y que ha frenado numerosos proyectos concretos del imperialismo y la derecha.

Luego de las elecciones de julio pasado, y de la falta de ética que tuvo el gobierno de Fox, que favoreció ilegalmente a su partido de derecha afectando los intereses del candidato socialdemócrata Andrés Manuel López Obrador, éste ha llamado a la población al desconocimiento, por ilegítimo, del gobierno surgido de la elección. Y lo es, en efecto, en nuestra opinión, no tanto por cuestiones de procedimiento electoral dentro de un sistema que es de suyo antidemocrático, sino sobre todo por tratarse de un servidor descarado del imperialismo y, por tanto, un enemigo del pueblo.

Ahora bien, López Obrador, que como candidato presidencial estuvo lejos de levantar un programa antimperialista; que se preocupó entonces sobre todo por quedar bien con el capital financiero y corporativo internacional, por contar con su aval, por alejarse de cualquier posible asociación con la izquierda socialista y comunista y por evitar que sus adversarios lo asemejaran con Chávez, Evo y cualquiera otra personalidad de esa línea, independiente y soberana, ahora, luego del desenlace electoral, en los hechos se sale del marco de las instituciones creadas por el neoliberalismo y con ello propicia la posibilidad de una convergencia –que ya se ha iniciado- entre el frente de masas antimperialista que se agrupa en el Diálogo Nacional por un Nuevo Proyecto de Nación y la llamada Convención Nacional Democrática, movimiento que lidera López Obrador. Este último, que tiene un gran poder de convocatoria, pues es el único líder capaz de reunir a dos millones de personas en un solo evento, en la ciudad de México, podrá hacer un gran aporte cuantitativo a un nuevo frente, más amplio y vigoroso, y el Diálogo Nacional, por su parte,  ya viene haciendo el aporte ideológico y programático.

Camaradas, como se ve, las perspectivas son promisorias. El sujeto revolucionario de nuestra segunda y definitiva independencia, en el caso de México, está en un buen momento, en franco proceso de construcción.  

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